Cuando uno desea fuertemente comenzar, existen estructuras a romper. Hace falta desmenuzar las incoherencias del pasado, abrir el paso a la fluidez. Dejar llevar los impulsos hasta la lúdica fortuna de un martillo. Esa herramienta que nos da la satisfacción de ser propios creadores del destino, no sólo de una pared, de una piedra, sino de uno mismo.
El paso del tiempo no es solo una muestra de que la ambición por Ser está latente. Nos recuerda que estamos vivos, el pulso reconfortante del corazón. A veces late suavemente, acompañando nuestro animo de relajación, otras veces nos empuja al precipicio, nos hace ver que a pesar de todo lo que suceda alrededor, deberá seguir latiendo y deberá seguir avisando de que el camino está ahi, frente a nosotros, esperando plasmar una imagen en el fondo de nuestros ojos. Una piedra virgen y un martillo en nuestras manos, nada mas...
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